Un día sí y otro también. Todas las semanas, sin olvidar todos los meses y, por supuesto, todos los años. Acaba de empezar el 2015 y lo inicio como acabé el 2014: pasando horas y horas delante del ordenador. ¿Lo mío es rutina?: pensar temas, escribir mails, leer textos, buscar noticias, preparar entrevistas, redactar contenidos, abordar una página en blanco, hacer entrevistas, insistir con los mails, hacer llamadas, mover las redes sociales, enviar facturas, hacer listas de tareas pendientes, inacabar esas listas… En fin, cosas de la rutina. O no.

La independencia del freelance, aunque tenga parte de rutinaria, tiene mucho espacio de libertad. Hay días en los que trabajo en la habitación, otros en la biblioteca, hoy estoy en el salón y a veces me atrevo a ir a una cafetería. Todos los días hago lo mismo, y hay días en los que no hago absolutamente nada. Cada día vuelvo e empezar.
Y es que me resigno a ver mi vida desde lo que tiene de negativo, que lo hay, y me aferro a lo hermoso para continuar siendo periodista, para vivir de ello como hago desde que abandoné la facultad hace casi diez años. Una década en la que cada día vuelvo a empezar, porque no hay nada aprehendido. Cada día, cada hora, intento enriquecerme y expulsar los temores para entregarme a una pasión.

Y vamos a por el 2015, un año que se antoja interesante. Un nuevo horizonte vislumbro: Berlín. Que, por cierto, está cerquita de Lisboa, por si alguien lo duda. El buscar historias, una de las tareas más complicadas del oficio, nos lleva a centro Europa, pero sin alejarnos del amado Sur. Este año y pico vivido en Lisboa ha sido tan gratificante y tan interesante que no me resigno a vivir sin ‘bicas’.

De acá para allá seguiré, no tengo dudas. Y lo digo hoy desde el salón de la casa mis padres, que siempre ha sido mi casa. Y lo escribo con la luz del Sol de Extremadura, porque no hay más placer que volver a empezar. Ir al inicio.