(PHOENIX, ESTADOS UNIDOS). No es menos cierto que periodismo y literatura siempre mantuvieron las distancias: Desde que los hechos son sagrados, donde asoma la literatura reverdece la subjetividad, un pecado capital para el periodismo de terno y corbata. Además, lo dicen en Harvard, que siempre da mayor credibilidad, aunque yo no me lo creo.
La imparcialidad es un traje mal hecho que tacha al periodista de ser inferior respecto del escritor. Este relativismo se aplica a nuestra propia existencia, de suerte que cuando un hombre sueña no sabe que está soñando y aun a veces, en medio del sueño, sueña que está soñando. Y así, sólo en el momento del despertar, podrá saber que todo ha sido un gran sueño.

Las palabras no son neutras. Tampoco entre las tripas de un periódico. El periodismo es una excelente profesión… si se abandona a tiempo, espetó seguramente enfadado Hemingway. Sigo empeñado en el cuasi imposible de musicarlo antes de la retirada definitiva. Total y con toda probabilidad, la historia (esencia de periodismo añejo) siempre será -como lo quería Shakespeare- un cuento narrado por un idiota. Intentaré que nadie impida que este idiota la pinte honestamente literaria.