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La memoria combate el olvido. Alienta la reconstrucción. Es una herramienta pedagógica y de duelo. De sanación. La memoria puede ser una fotografía, como la que siempre lleva colgada al cuello Yanette, una Nydia Érika de dos dimensiones en miniatura; la memoria puede ser un dibujo, porque hay mujeres colombianas que si siquiera guardan un retrato y entonces un trazo a lápiz restaura el rostro de su familiar; la memoria puede ser una flor, las que siempre usa la FNEB en sus actos; la memoria puede ser un poema, el que lee Nancy Yanira Galárraga para recordar a sus cuatro hermanas desaparecidas; la memoria puede ser un canto, el de las mujeres de Buenaventura que celebran sus rituales para recordar. La memoria puede ser muchas reivindicaciones. Incluso una ley, la que se debate estos días en España. Y un lugar, los restos del campo de concentración de Castuera. Y una visita, como las que organiza la Asocación Extremeña de Comunicación Social (Aecos) por Badajoz para que nadie olvide la matanza que allí se sufrió en agosto de 1936. Y un libro, las novelas de Almudena Grandes.

La memoria reviste múltiples formas, con un destino político y social muy claro: no olvidar a las víctimas ni lo que les pasó. Que alguien cuente su historia y recuerde su nombre; y si es posible, su rostro. La sociedad civil es por ahora la que está asumiendo esta labor, tanto en Colombia como en el Estado español.

«Desde la asociación hemos asumido una responsabilidad que no es nuestra y nos hemos visto superados», denuncia Guillermo León al relatar los más de 40 cuerpos sin identificar que han exhumado en el campo de concentración de Castuera. «Quienes construimos la verdad somos las víctimas. Y me asusta que se nos estén muriendo las familias, ¿quién lo hará cuando no estén?», alerta Andrea Torres, recordando que son las familias y las organizaciones sociales, también en Colombia, las que están buscando a las desaparecidas porque «el Estado no asume ese deber con seriedad». En el país latinoamericano, la Comisión de la Verdad tiene un mandato de tres años para desenmarañar medio siglo de conflicto. «Y eso es imposible», clama la abogada. En España, hay archivos y documentación de la guerra civil y de la dictadura franquista a los que se sigue sin tener acceso.

Los rostros de Edison Salazar, de Luz Marina Bernal, de Yasmin Garzón y de Pablo Cala, entre otros, acompañaron las palabras de Andrea Torres y Guillermo León. La memoria también es una foto que alguien toma, un artículo que otro alguien escribe, un reportaje publicado en algún medio de comunicación, estas líneas que lees en El Salto Extremadura. La memoria es una responsabilidad social. Un pequeño granito de arena está expuesto durante este mes de diciembre en La Enredadera. Ausencias presentes.

 

[Lee aquí artículo completo, publicado en El Salto]