(MOSHI, TANZANIA). Tanzania es literaria. Una bocanada de aire fresco que otorga a lo natural su fuerza más genuina pero también la más ingenua. Decir ‘Tanzania’ es conjugar un verbo seductor y extraño, intenso y trémulo. No es la misma al minuto siguiente de estrecharle la mano, como si la sempiterna metamorfosis fuera la única salida para descargar la intensidad de sus emociones. Recostada sobre una improvisada sucesión de planos de luz, Tanzania no sabe de tiempos: no lleva reloj porque es evidente que no necesita trocear la realidad para usarla en porciones. Es un presente que sueña la imprudencia del mañana doliéndose aún de su pasado; un impulso que prolonga el tiempo haciéndolo infinito y acercando lo real a lo imaginario. Las nubes vagan sin agobios, imitando tal vez el vivir calmo de sus gentes. Tanzania no entiende de prisas ni sabe de pragmatismos, tampoco de alta política pero sí de esperanza, de fe en algo mejor. ¿Por qué mirar las manchas del sol?