(LA PAZ, BOLIVIA). La Paz no será nunca otra ciudad que no sea La Paz. Sin igual mezcolanza de lo moderno y ancestral, de lo occidental e indígena, no sabe de tiempos o los sabe a su manera. En La Paz, para entender, no es necesario hablar. Hay que mirar (para arriba) y escuchar (hacia abajo). Que vista el cielo de un azul incontestable susurra aguas torrenciales. Que el pueblo pide la Luna, quizá sea porque la necesita. Ahora que el Norte se ha apropiado del derecho de definir el mundo, La Paz es el alto caos más absoluto. La gran pregunta es si es bueno vivir siempre milimetrados. En la continuidad de las plazas, a las nunca menos cuarto, La Paz se recuerda a la llama que arde toda una noche: No es la misma pero tampoco es otra. Con su hoja de coca, con su ahorita no más, con su aquel, su harto te quiero, su carne de llama y su volcán Illimani… La Paz es distinta. Tan lejos y tan cerca, hoy regreso en trufi.