(BURGOS). El pasado queda ya demasiado lejos, el presente se nos escapa entre unas manos vigiladas como nunca antes y el futuro no se proyecta más allá de nuestros cuatro palmos de existencia. La pandemia se extiende y a su paso deja un reguero de sangre y lágrimas que remarca las sufridas injusticas contemporáneas. La COVID-19 sabe geopolítica y economía: no es lo mismo nacer en Londres que en Sucre, ni residir en una gran urbe que en cualquier rincón del mundo rural. Tampoco es lo mismo ser propietario de una vivienda que no poder ni soñar con lo que quiera que sea una casa. No es lo mismo perder tu negocio que ser despedido de aquella cadena con la que te explotaban a cambio seguir comiendo. No es lo mismo tener derecho a la baja laboral que una normalidad instalada en el desempleo. En estos tiempos de coronavirus, Naciones Unidas ha pedido el alto el fuego en todos los países en conflicto. Olvida que la miseria es el frente vital de la humanidad sufriente.